Así
cuenta la leyenda sobre Enol….
Se dice que existía allí un valle enormemente bello, un
privilegiado recodo donde antaño los
pastores tenían sus casas, refugios y hogares. Un día cualquiera, el cielo azul
se tornó oscuro, negro y violento, y el agua comenzó a caer junto a tremendos
rayos y truenos.
Por la fuerte tempestad,
la mayor parte de los pastores se reunieron en una de las casas a la
luz y calor de una chimenea. Cuando la noche cayó, unos golpecitos
repetitivos repiquetearon en el exterior de la puerta, entre mezclados
con los
truenos y el sonido de la fuerte ventisca. Uno de los pastores abrió la
puerta,
encontrándose en el umbral una pequeña niña, mojada, despeinada, sucia y
hambrienta. La chiquilla les confesó que se encontraba perdida, miedosa y
totalmente destemplada, pidiéndoles dulcemente, en nombre del Señor,
misericordia y cobijo. Ellos se burlaron de su miedo y desgracia,
humillándola,
despreciándola y finalmente cerrando la puerta en su misma cara. Así fue
como
la pequeña repitió el acto casa por casa de aquel valle, obteniendo la
misma
respuesta de unos habitantes egoístas, groseros y despreciables.
Pero en la vivienda
más humilde, que se ubicaba en la zona de más altura del valle, sucedió lo
contrario. Una luz muy tenue, de velas, emergía del interior de la cabaña.
Apenas sin fuerzas,
la pequeña solicitó ayuda desde el umbral de la entrada. Una voz dulce
respondió invitándola a pasar. Se trataba de una pastora, que postrada de
rodillas lloraba y rezaba por el cese de la tormenta ante una humilde
estatuilla de la Virgen María. Interrumpiendo los rezos, no dudó por un
instante en brindar comida, calor y cariño a la pequeña. También cambió sus
ropas, compartió su lecho esa noche y así la despojó de su miedo.
Al amanecer
despertaron y salieron de la cabaña, contemplando una escena espectacular y
terrible. Los primeros rayos de sol que se colaban entre las escasas nubes que quedaban,
iluminaban un enorme lago que ocupaba la majada, en el mismo lugar donde se
encontraban todas aquellas cabañas de los egoístas habitantes. No quedaba rastro de vida en
todo el entorno. La pequeña comenzó a
llorar ante la pastora y las lágrimas se transformaron en margaritas. Entonces desapareció
como un fantasma ante sus ojos, y comprendió la pastora que había pasado la
noche junto a la mismísima Virgen
0 Comentarios