Cuenta La leyenda que en el comienzo de los tiempos estaba prohibido que las hadas convivieran con los mortales por temor a que se establecieran vínculos entre ellos contrarios a las leyes de la naturaleza.
Algunas hadas desobedecieron las normas de los Dioses y Aine su diosa y
su dueña, las castigó quitándoles la forma humana que las hacia tan
cercanas a los hombres, condenándolas a ser únicamente insectos.
Pero
a la Diosa no le fue permitido dejarlas sin las facultades que son
parte de su esencia, la belleza, la capacidad de leer los pensamientos,
la intuición que les hace saber lo que es cierto y lo que no lo es y la
prerrogativas de convertir los sueños en realidad, abrir los caminos del
aire y volar tan rápido que nadie puede seguir su estela...
Pasó
el tiempo muy deprisa y las cosas cambiaron. La prohibición de no
convivir con los humanos fue abolida, pero para cuando la Diosa Aine
indultó a las hadas que había convertido en Libélulas estas se negaron a
volver a su estado anterior Se habían acostumbrado a convivir con los
humanos sin despertar sospechas, sin recelos y sin ser estudiadas como
elementos curiosos o extraños. Eran libres, mucho más libres que cuando
tenían que esconderse al menor aviso de humanos en el entorno.
Así
que desecharon la propuesta y ya para siempre son esas maravillosas
criaturas que nos rodean en los bosques y que su sola paresencia nos
alegra el día. Pero no debes olvidar que siguen siendo mágicas y su
labor es ayudar a que los sueños y las ilusiones de los humanos se
cumplan. No desaproveches la ocasión, si alguna de ellas te ronda, debes
contarle tus sueños.
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